LA ERA DEL FUEGO Michael Mansillla


 30.08.2023

Los incendios ocupan cada vez más espacios en las noticias. Muchos incendios de los últimos años nos han estado ganando la partida, una vez tras otra, a lo largo y ancho del globo terráqueo. Aunque climáticamente estamos en el Eoceno, la acción negativa del hombre en medio ambiente lo han convertido en el Antropoceno.

Pero Los constantes incendios forestales masivos, han llevado a los científicos a añadir a las anteriores denominaciones la era del  Piroceno. Donde los incendios no se controlan y está haciendo menos respirable el aire.

Los incendios de ahora no son como los de antes.

Se han vuelto más agresivos y están alterando profundamente el planeta, dejándonos al albor de lo que podríamos llamar el Piroceno. Un mundo donde los incendios están sustituyendo al hombre en su papel de escultor de paisajes.

Este año, las llamas vuelven a devorar millones de hectáreas en distintos puntos del globo terráqueo. Y lo hacen de una forma que parece cada vez más voraz y en lugares que antes no eran propicios para ni siquiera intentar prender una fogata; lugares fríos, de nieve casi eterna como son Siberia, que lleva ardiendo desde mayo, ostenta el récord de área quemada con uno total de dos millones de hectáreas. O el remoto Territorio del Noroeste, dentro del Círculo Polar Ártico.

España, y los países mediterráneos, están sufriendo los incendios de verano y vemos cómo el fuego destruye zonas turísticas, principales fuentes de ingreso.

También observamos cómo el fuego está regresando a la región amazónica, la selva lluviosa más grande del mundo.

Nosotros y el fuego.

Se han vuelto más agresivos y están alterando profundamente el planeta, dejándonos al albor de lo que podríamos llamar  Piroceno. Un mundo donde los incendios están sustituyendo al hombre en su papel de escultor de paisajes.

Pero antes, debemos recordar que esto no siempre fue así. Hasta hace no demasiado, habíamos sido capaces de controlar al fuego. En realidad, el fuego había sido nuestro gran aliado.

El fuego domesticado supuso un cambio fundamental tanto a nivel evolutivo como para el desarrollo de las sociedades modernas.

De hecho, una de las primeras tecnologías desarrolladas fue la pírica, con la conquista del fuego. Con el control del fuego llegó a modelar el paisaje, y también aprendimos a cocinar. Y con la cocción aumentó el valor nutritivo de los alimentos, mientras disminuían el tiempo de digestión y los problemas sanitarios. Cocinar alimentos permitió aumentar el tamaño de del cerebro humano y nuestra capacidad de razonamiento.

Si avanzamos el reloj de la historia aceleradamente, nos encontramos con una revolución industrial que fue, en realidad, una revolución pírica. Aprendimos a controlar las llamas para poder obtener energía de la quema y se inventaron todo tipo de máquinas, motores, instrumentos y artilugios que nos facilitaron la existencia.


Piroceno: pérdida del control sobre el fuego

Pero durante la revolución industrial cambiamos de combustible. Los fuegos de la industria no se alimentaban de combustibles vivos, vegetales, sino de combustibles fósiles.

La utilización de combustibles fósiles alteró la atmósfera, y empezamos a calentar el clima. El abandono de los montes cambió la fisionomía de la tierra, y ahora la biomasa se está acumulando. Más calor y más combustible: leña para más incendios.

Y los incendios de ahora se nos escapan. Ya no los podemos controlar. Llevábamos décadas manteniendo las llamas a raya. La superficie quemada en los bosques había disminuido gracias al desarrollo de nuevas estrategias en la extinción, a mejoras en la formación, y también al aumento desproporcionado en el gasto en medios de extinción. Esto se ha truncado.

Todo apunta a que estamos frente a un punto de inflexión. Un momento en el que, quizás por primera vez desde la conquista del fuego, estamos perdiendo su control. Los incendios forestales se escapan con cada vez más frecuencia, estamos dando pasos atrás en su dominio. Ahora es el fuego quien nos está conquistando.

El dominio del fuego hizo posible el Antropoceno, la Edad del Hombre. Y la pérdida de su control nos está llevando al Piroceno, la Edad del Fuego. Una edad donde es la llama, y no la azada, la principal modeladora de nuestros paisajes.

 

 

Incendios que transforman el mundo

El poder de los nuevos incendios es descomunal. Los gigaincendios de hace tres años en el sudeste de Australia, por ejemplo, engulleron hasta el 21% de su masa forestal, agrandaron el agujero de la en la capa de ozono y enfriaron el clima localmente. Esto ocurrió porque las partículas suspendidas en la columna de humo, los aerosoles, bloquearon la entrada de los rayos del Sol. Y la destrucción de la capa de ozono alteró las corrientes atmosféricas. Aunque estos efectos fueron transitorios y duraron apenas unos meses.


Domesticando los nuevos incendios

Todavía es posible abandonar la senda del Piroceno.  La imperativa transición energética y ecológica nos dotan de un marco para el desarrollo de políticas efectivas para frenar el Piroceno. Y la ciencia nos aportan sugerencias e instrucciones detalladas sobre cómo lograrlo:

Favorecer a la ganadería extensiva. Incluyendo el fomento, apoyo y asesoramiento a los pastores en sus tradicionales quemas pascícolas. El pastoreo es un gran aliado para romper la continuidad del combustible, disminuir la intensidad del incendio y aportar una oportunidad a la extinción.

 Recrear la dinámica natural del fuego. Implica introducir el fuego técnico, a través de quemas prescritas de baja intensidad. Hablamos de quemas que no dañan, obras de ingeniería basadas en principios ecológicos.

Desarrollar cortafuegos verdes. La periferia de los ambientes urbanos debería incluir franjas anchas, de gran extensión, desprovistas de vegetación. Pero también se pueden mantener los árboles, si se prefiere, implementando sistemas de rápida respuesta. Por ejemplo, unos aspersores montados sobre grúas, que empapan la vegetación con aguas regeneradas y, por tanto, frenan el avance del fuego.

 Disminuir la espesura de los bosques. Implica cortar árboles y mejorar su estado de salud, esto no es deforestar. Al revés, cortar árboles de forma sostenible, disminuyendo la cantidad de combustible, es un gran escudo para proteger los montes de un fuego deforestado.

 Fortalecer la actividad agrícola. El abandono rural no es cosa del pasado, sino que sigue aumentando a tasas desenfrenadas. Esto resulta paradójico, ya que seguimos comiendo cada día. Por tanto, necesitamos al sector primario.

Estamos viendo los primeros resultados de tener campos fantasmas, deshumanizados. En el Antropoceno, durante los últimos 12 000 años, los humanos habitaron y aprovecharon el 90 y el 95% de los bosques y selvas. Pero el reciente abandono del monte y la concentración de la vida en las ciudades están alimentando las llamas del Piroceno. Si hubo un tiempo en el que los incendios, o por lo menos una parte importante, se pudo prevenir a través de la gestión forestal, ese tiempo se está acabando.

"En Galicia no tendríamos incendios forestales, si siguiéramos las viejas políticas forestales y agrícolas" Xavier Moura, Universidad de Vigo. Por milenios la leña usada en los pueblos y el medio rural provenía de la recolección de leña caída al suelo de los bosques y los árboles talados para calefacción eran de árboles enfermos o derribados por las tormentas. La tala se realizaba, para despejar el bosque y crear cortafuegos dentro de   la foresta misma o para separar las granjas, caseríos y pueblos. La limpieza la terminaba las cabras dejando poca materia combustible. "Pero debemos reconocer que, en los últimos 20 años, Galicia y el resto de la Cornisa Cantábricas sufren de sequias criticas como causa del cambio climático". El clima se está volviendo cada vez más mediterráneo" "el mejor ejemplo, el aumento de plantaciones de olivares con éxito, algo impensado hace unas décadas".

Décadas de dejadez en la gestión del territorio forestal y rural han creado un problema tan expandido que la solución es cada vez más lejana y ya raya el punto de ser irreversible. "Necesitamos paisajes vivos, habitados. Es la forma de evitar que el fuego siga ocupando el espacio ecológico que dejamos libres los humanos cuando nos marchamos. Por tanto, necesitamos al sector".


Incendios que no se pueden apagar

Con los incendios actuales estamos entrando en una nueva realidad. Se trata de incendios que ya no podemos apagar. Son incendios que pueden arder durante semanas o meses y que solo se apagan cuando llueve.

Lo vimos en los grandes incendios de Sídney en 2020, cuando ardió el 21 % de los bosques a lo largo de todo un verano. Esos incendios solo se extinguieron con la llegada de las lluvias. Huelga dice que incendios que se extienden por el 21% del área forestal no son normales. Hasta entonces, lo habitual era que quemaran menos del 1% anual. Se trata, por tanto, de incendios no controlables.

En Grecia se han llegado a sufrir hasta 81 incendios diarios. No hay sistema de extinción capaz de abordar tantos frentes a la vez. A ello debemos sumar que muchos de estos incendios tienen un comportamiento tan errático e impredecible que llegan a poner en peligro la propia seguridad del sistema de extinción. Es decir, que ni se dispone del personal ni de los medios para apagar tantos incendios y, el disponible, en muchas ocasiones no puede ni tan siquiera acercarse.

El principal causante de esta nueva ola de incendios lo encontramos en el estado de la atmósfera. Una atmósfera que está cada vez más cargada de energía procedente de la quema de combustibles fósiles. Una atmósfera, por tanto, con un poder desecante extraordinario que se acentúa en las jornadas, con, olas de calor extremo que llegan a más de 40Gc.

Incendios que no se pueden apagar

Con los incendios actuales estamos entrando en una nueva realidad. Se trata de incendios que ya no podemos apagar. Son incendios que pueden arder durante semanas o meses y que solo se apagan cuando llueve.

 

Un problema que irá a más

Se ha repetido en numerosas ocasiones que el problema de los incendios yace en las colillas, en los pirómanos, en los eucaliptos o en los pinos. Se habla de terrorismo incendiario y se distrae la atención del problema principal. Las fakes News y los intereses de distintos grupos de presión han generado debates artificiales que han favorecido el inmovilismo y la inacción. Y ahora, seguramente, ya es demasiado tarde.

Nos estamos acercando al punto en el que el potencial desecante de la atmósfera es tal que se tornan zonas inflamables que, hasta ahora, no podía arder debido a su elevada humedad o a su escasa carga de combustible. Volviendo al caso de Sídney, el 66% del área quemada había experimentado un incendio recientemente, por lo que no habían tenido tiempo de acumular grandes cantidades de combustible.

 

Incendios sin límites

Ahora el gran peligro lo tenemos en las zonas de gran continuidad boscosa: Pirineos o Selva Negra en Europa y en las montañas andinas en Sudamérica.  Estudios más recientes hemos cuantificado el margen de seguridad que aporta la humedad elevada en estos ambientes. Dicho de otro modo, hemos medido cuánto se tiene que secar la atmósfera para que esas masas boscosas se convierten en una pira ardientes.

Y los resultados no son esperanzadores. En Pirineos, por ejemplo, los grandes incendios forestales se dispararán en esas zonas si las olas de calor aumentan entre 3? y 8?. Es decir, olas de calor como las que se viven ahora en Grecia, o como las que se vivieron en el pueblo de Lytton (Canadá) cuando el 90 % de sus casas fueron calcinadas.

 

Incendios Zombies.

Se trata de un incendio forestal que se mantiene vivo bajo tierra durante un periodo de tiempo indeterminado y que puede volver a surgir en la superficie, generalmente con la llegada de la primavera, el deshielo y la desaparición de la nieve.

Suelen darse en el Ártico donde encontramos bosques boreales y donde abunda la turba, material orgánico que surge a partir de vegetación muerta y que tiene una alta concentración de carbono.

Generalmente estos se originan por un incendio forestal común (por causas naturales como tormentas o por intervención humana) que penetra en el suelo hasta alcanzar la turbera y, allí, se mantiene en combustión sin llama pues se encuentra en un hábitat ideal.

Este fuego se puede desplazar no solo hacia la profundidad sino también horizontalmente dependiendo del material orgánico que encuentre a su paso.

La revista Nature publicó un estudio realizado por varios científicos entre 2002 y 2018 en Alaska, Estados Unidos, Territorios del Noroeste y Canadá, que revela que estos incendios van al alza y que están relacionados con el cambio climático.

Los incendios zombies se dan con más frecuencia después de veranos especialmente cálidos y largos. Lamentablemente, el ártico es una de las zonas que más está acusando el cambio climático y su calentamiento está siendo más rápido que en el resto de la Tierra.

El problema de los incendios no es un problema ecológico, sino humano, social y económico. El bosque suele volver tras el incendio. El problema principal son las vidas humanas que se pierden, y después las casas y propiedades que se consumen. Pero también es un problema de salud pública de primer orden para los pueblos y ciudades cercanas a los incendios. La inhalación de humos actúa como inmunodepresor y conlleva enfermedades respiratorias, particularmente graves en mujeres embarazadas y neonatos, así como en las personas mayores.

 

Michael Mansilla

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UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias


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